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      La hora de la transición

      ¿Y ahora qué hacemos? Esta es la pregunta que cada vez más clubes, asociaciones deportivas y demás entidades del deporte se están haciendo. El ¿por qué? Parece que a las mentes pensantes que nos dirigen les ha dado por poner el punto de atención en algo que, hasta ahora, parecía quedar extramuros del bien y del mal, el deporte de base.

      Todos estamos cansados de escuchar noticias sobre la regulación del deporte, las distintas leyes del deporte, Reales Decretos, Reglamentos, Ordenanzas, etc., todas ellas destinadas regular las distintas acepciones de la palabra DEPORTE. Sin embargo, toda esa regulación no había, hasta ahora, evitado esa sensación de vacío, de libre albedrío que experimentaban las entidades deportivas de base. Pero esta sensación, ¿era real? Siendo sinceros la respuesta ha de ser no. Desde hace mucho tiempo existe una verdadera regulación del llamado mundo del deporte, desde la base hasta el deporte de élite. Cuál es el problema entonces? La respuesta es bien sencilla, el deporte, en gran medida, caminaba de espaldas a la Ley, creyéndose inmune a cuanta regulación se impusiese.

      Probablemente el cambio más importante ha venido determinado por la conciencia de que este caminar no puede permanecer por más tiempo en un limbo legal.
      Desde esa no tan lejana época en la que el deportista tenía vetado su derecho a la tutela judicial efectiva, se han ido produciendo reclamaciones judiciales cada vez más numerosas en ese llamado mundo del deporte. Reclamaciones judiciales que se han convertido en bofetadas de realidad para los sujetos del deporte. Muchas de ellas extraordinariamente famosas, pensemos en los Casos Kolpak, Boshman, Gurpegui, Albelda… Todas ellas no han hecho sino confirmar una realidad, que el mundo del deporte no era ajeno al acervo normativo. Pero estos sonoros casos seguían pareciendo ajenos al club del pueblo, ajenos al club de barrio. Ahí ha estado el error. Desde hace tiempo hay quienes hemos defendido que las entidades deportivas, por pequeño que fuera su presupuesto, estaban sometidas a una extensa regulación legal que impone deberes de conducta de la más diversa índole. Desde la fiscalidad, las obligaciones societarias, las obligaciones laborales. Esto viene avalado por una creciente litigiosidad en aquellos ámbitos del deporte que parecían ajenos a los Tribunales.

      Comprar y vender clubes, omitir cualquier obligación societaria, abonar “salarios” en “B”, incumplir contratos, defraudar a la Seguridad Social, no llevar una somera contabilidad que muestre una imagen fiel de la entidad… han sido y son, en la actualidad, el pan nuestro de cada día en el mundo del deporte. Sin embargo, todo tiene su final.

      En abril de 2009 nuestro Tribunal Supremo dictaba una sentencia determinante (más por clara que por pionera) en una cuestión que hoy, cinco años más tarde, va a ser el centro de la preocupación de la mayoría de directivos de clubes, asociaciones y demás entidades deportivas. En ella se definía la figura del “amateurismo marrón” para criticar aquellas relaciones entre entrenadores, monitores, jugadores, etc., que percibiendo una retribución por sus servicios por parte de su respectivo Club (asociación, etc.), sin embargo era encuadrados en la figura del amateurismo, del Voluntariado, según el caso, con el único objetivo real de eludir las obligaciones impuestas por la autoridad laboral, tales como alta en Seguridad Social, prevención de riesgos laborales, etc.

      ¿Mala fe? En la mayoría de los casos, sin duda, no. Simple desconocimiento de la Ley, simple ignorancia de los llamados a dirigir las entidades deportivas y un firme convencimiento de impunidad amparado en la experiencia de tantos años.
      El tiempo y los desmanes, conocidos cada vez más en los Tribunales, han ido haciendo tomar conciencia de dos hechos relevantes, el deporte es una actividad económica que no puede mantenerse ajena al fisco y las relaciones jurídicas entre los miembros que conforman las entidades deportivas con ésta no pueden mantenerse al margen de la Ley.

      El hito que ha marcado el punto de partida de esta nueva transición que nos acontece puede ser de muy diversa índole, quien crea en la buena fe de los acontecimientos justificarán este punto de inflexión en la necesidad de poner coto a esa “alegalidad” que tantos problemas ha ocasionado, quienes duden de esa buena fe lo achacarán a fines puramente recaudatorios.

      Hay quien pone el énfasis en la declaración de algún político vinculado al deporte, o quien ha sabido valorar en su justa medida los dispuesto en la Disposición décimo sexta de la Ley 14/2013, de 27 de septiembre de apoyo a los emprendedores.

      Sea cual sea el motivo, la realidad es que nos enfrentamos a un nuevo modo de ver, de comprender, de vivir el deporte y de trabajar el deporte. Un momento en el que debemos comprender que estamos sometidos al imperio de la ley y que su desconocimiento no nos eximirá de responsabilidad. Que las Juntas directivas de los Clubes y asociaciones deportivas asumen responsabilidades claramente definidas, que las transacciones económicas, de cualquier índole, no pueden quedar ocultas al fisco, que las relaciones entre los miembros que conforman las entidades deportivas han de encuadrarse en las figuras que la ley establece, sean éstas relaciones de auténtico voluntariado, amateurismo, o sean de carácter laboral. Debemos conocer las características que definen a cada figura jurídica, distinguir conceptos como “compensación de gastos”, retribución salarial. Debemos rendir cuentas de nuestra actividad en aras a esa tan ansiada transparencia que tantos problemas nos ha de evitar. Y en el momento en que lo entendamos, que actuemos acordes a la Ley, veremos que no había tanto que temer, que los beneficios son incluso mayores que los perjuicios.

      Nos enfrentamos a un nuevo mundo de cambios en el deporte, a una auténtica transición que por fin nos afecta, y debemos estar preparados, asesorados, para adaptarnos, sobrevivir y crecer.